La historia de la emigración canaria
a América arranca desde la época de su descubrimiento. Los canarios emigraron
en masa a todos los puntos del continente americano. Unas veces el emigrante
viajaba como poblador, en ocasiones lo hacía como mano de obra barata en
condiciones de semi esclavitud, otras tantas obligado por injustas leyes
mercantiles dictadas por la realeza y la gran mayoría de las veces empujados
por el hambre y la miseria instaladas, por siempre, en Canarias.
Abordamos la emigración a Venezuela
concretamente.
La presencia canaria en aquel país es
muy antigua. Una de las primeras referencias que se conoce son las del
sobrino-nieto de último Guanarteme de Galdar en Gran Canaria, junto con otros
compatriotas, son descritos como grandes luchadores, leales, buenos nadadores y
fundadores de poblaciones.
Por los años setenta del siglo diez y
seis, un canario de la isla del Hierro fomentaba una revuelta con el apoyo de
buena parte de la población, aunque el interés principal era económico.
“No se puede escribir la Historia de
Venezuela sin que ocupen largos capítulos los hombres de Canarias”, escribe
Arturo Uslar Pietri.
Los grandes nombres que forjaron la
nación venezolana tienen entre sus ancestros sangre Canaria, desde Francisco de
Miranda hasta Rómulo Bethancourt, pasando por Páez, Bolívar, Monagas o el Mocho
Hernández.
En 1831 siendo Presidente el General
Páez, de origen canario, auspicia la inmigración de isleños de las Islas
Canarias.
La situación de Canarias y la
emigración clandestina a raíz de la guerra civil es catastrófica, las islas se
vieron envueltas en una vorágine de persecución y violencia inusitadas con las
horrorosas consecuencias de la misma.
“En Canarias no se pueden soportar
las levas, los impuestos y la miseria que España va sembrando por todas las
islas.
Finalizada la guerra triunfa el
fascismo y se implanta el terror, se hacen purgas exhaustivas, la iglesia
católica estará al frente de la nueva inquisición.
En Canarias, territorio alejado y
desconocido para la mayoría de españoles, se agudiza el caciquismo,
analfabetismo, el aislamiento y el abandono. La vida social del canario está
profundamente controlada por la iglesia católica.
Durante la segunda guerra mundial la
situación de Canarias se agrava por el bloqueo anglo-americano y su deseo de
utilizar las islas como plataforma en su ofensiva hacia África.
La represión se ensaña, una vez más,
con el pueblo canario, quizás fuera un duro castigo por el mal recibimiento que
se le hizo a Franco como comandante general en 1936.
Las cárceles de Fyffes en Tenerife y
La Isleta en Gran Canaria son receptoras de miles de represaliados
convirtiéndose en campos de concentración. En adelante la persecución, la
tortura y las ejecuciones son lo ordinario. Cualquier manifestación festiva,
floklórica, etc. Están sometidas a la fiscalización por parte de la iglesia,
son los ojos, los oídos y la lengua de la dictadura.
Con esta perspectiva de hambre y
miseria resurgen los especuladores, algunos al amparo del poder creado, el
estraperlo, el cambullón son nuevas vías
que se abre ante ellos, el lucrativo negocio de exportación de carne humana, se
enriquecen con el despojos de los más humildes.
La vorágine de los que quieren
escapar es inmensa y el contingente humano abrumador, unos huyen de la miseria,
otros de la persecución política y la represión.
Para la época, el contingente de
pequeños veleros que va a faenar en las pesquerías del banco canario-sahariano
es relativamente importante, es el sustento primordial para muchas familias
humildes y un mundo de sacrificios para los que se dedican a tan loable faena.
Los motores a vapor aún son escasos y
costosos. En medio de este desolador panorama, surge como por encanto armadores
y patronos que hacen pingües negocios con el dolor y el sufrimiento.
Estos desaprensivos “arman” un
destartalado velero y venden pasajes a elevado costo, pequeñas fortunas para
los que nada tienen. Viajan con el triple de capacidad de la embarcación, en ocasiones
viajan algunas mujeres y niños, los escasos víveres y agua son embarcados
furtivamente a la sombra de la noche en lugares apartados.
Otras veces son los mismos
expedicionarios los que, de común acuerdo, compran el viejo velero para la
arriesgada aventura hacia la libertad.
Casi siempre estos veleros son
despachados legalmente para las faenas pesqueras, luego de la partida cambian
drásticamente de rumbo.
En no pocas ocasiones las autoridades
están al corriente de lo que acontece, el silencio y la connivencia han sido
comprados con antelación.
Unos cuantos veleros son norteuropeos
en viaje de placer y son captados por los desdichados a cambio del pago
correspondiente accediendo a cambiar la derrota.
Pocas veces viajan camuflados
individuos de distinta índole y condición que al llegar a tierra son detenidos
puesto que las autoridades del país receptor conoce perfectamente “quién es
quién”
De ordinario estos viajes están mal
pertrechados y los víveres y el agua son racionados a los pocos días de la partida.
La ruta más común para la vela es la
de Sur, hacia Dakar, capital de Senegal, colonia francesa, de allí empujados
por los vientos la ruta será sur suroeste. Estos infelices, en muchos casos no
conocen el mar de altura, no llevan mapa, sextante o brújula u otros
instrumentos de navegación.
Al tocar tierra, en ocasiones lo
hacen en lugares desconocidos, son las islas de Trinidad, Barbados, Tobago,
Margarita. Otras muchas tocan las costas de Brasil o las de Guayana.
Casi todas las embarcaciones recalan
finalmente en La Guaira, principal puerto venezolano, los viejos veleros
terminaran sus días en Puerto Cabello, enclave militar venezolano.
Los viajeros en su mayoría son
recluidos en distintos puntos con desigual suerte, islas de la boca del
Orinoco, La Orchilla, etc., son frecuentes lugares de cuarentena. Al cabo de un
periodo corto son acogidos por el país receptor, como agricultores la gran
mayoría, un ardid para establecerse en el país de forma legal y permanente.
Generalmente son bien recibidos y bien tratados
Al fin la libertad.
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3 comentarios:
Doramas es un puto tarado.
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