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sábado, 28 de septiembre de 2013

EMIGRACIÓN CANARIA CLANDESTINA







La historia de la emigración canaria a América arranca desde la época de su descubrimiento. Los canarios emigraron en masa a todos los puntos del continente americano. Unas veces el emigrante viajaba como poblador, en ocasiones lo hacía como mano de obra barata en condiciones de semi esclavitud, otras tantas obligado por injustas leyes mercantiles dictadas por la realeza y la gran mayoría de las veces empujados por el hambre y la miseria instaladas, por siempre, en Canarias.
Abordamos la emigración a Venezuela concretamente.
La presencia canaria en aquel país es muy antigua. Una de las primeras referencias que se conoce son las del sobrino-nieto de último Guanarteme de Galdar en Gran Canaria, junto con otros compatriotas, son descritos como grandes luchadores, leales, buenos nadadores y fundadores de poblaciones.
Por los años setenta del siglo diez y seis, un canario de la isla del Hierro fomentaba una revuelta con el apoyo de buena parte de la población, aunque el interés principal era económico.
“No se puede escribir la Historia de Venezuela sin que ocupen largos capítulos los hombres de Canarias”, escribe Arturo Uslar Pietri.
Los grandes nombres que forjaron la nación venezolana tienen entre sus ancestros sangre Canaria, desde Francisco de Miranda hasta Rómulo Bethancourt, pasando por Páez, Bolívar, Monagas o el Mocho Hernández.
En 1831 siendo Presidente el General Páez, de origen canario, auspicia la inmigración de isleños de las Islas Canarias.
La situación de Canarias y la emigración clandestina a raíz de la guerra civil es catastrófica, las islas se vieron envueltas en una vorágine de persecución y violencia inusitadas con las horrorosas consecuencias de la misma.
“En Canarias no se pueden soportar las levas, los impuestos y la miseria que España va sembrando por todas las islas.
Finalizada la guerra triunfa el fascismo y se implanta el terror, se hacen purgas exhaustivas, la iglesia católica estará al frente de la nueva inquisición.
En Canarias, territorio alejado y desconocido para la mayoría de españoles, se agudiza el caciquismo, analfabetismo, el aislamiento y el abandono. La vida social del canario está profundamente controlada por la iglesia católica.
Durante la segunda guerra mundial la situación de Canarias se agrava por el bloqueo anglo-americano y su deseo de utilizar las islas como plataforma en su ofensiva hacia África.
La represión se ensaña, una vez más, con el pueblo canario, quizás fuera un duro castigo por el mal recibimiento que se le hizo a Franco como comandante general en 1936.
Las cárceles de Fyffes en Tenerife y La Isleta en Gran Canaria son receptoras de miles de represaliados convirtiéndose en campos de concentración. En adelante la persecución, la tortura y las ejecuciones son lo ordinario. Cualquier manifestación festiva, floklórica, etc. Están sometidas a la fiscalización por parte de la iglesia, son los ojos, los oídos y la lengua de la dictadura.
Con esta perspectiva de hambre y miseria resurgen los especuladores, algunos al amparo del poder creado, el estraperlo, el cambullón son  nuevas vías que se abre ante ellos, el lucrativo negocio de exportación de carne humana, se enriquecen con el despojos de los más humildes.
La vorágine de los que quieren escapar es inmensa y el contingente humano abrumador, unos huyen de la miseria, otros de la persecución política y la represión.
Para la época, el contingente de pequeños veleros que va a faenar en las pesquerías del banco canario-sahariano es relativamente importante, es el sustento primordial para muchas familias humildes y un mundo de sacrificios para los que se dedican a tan loable faena.
Los motores a vapor aún son escasos y costosos. En medio de este desolador panorama, surge como por encanto armadores y patronos que hacen pingües negocios con el dolor y el sufrimiento.
Estos desaprensivos “arman” un destartalado velero y venden pasajes a elevado costo, pequeñas fortunas para los que nada tienen. Viajan con el triple de capacidad de la embarcación, en ocasiones viajan algunas mujeres y niños, los escasos víveres y agua son embarcados furtivamente a la sombra de la noche en lugares apartados.
Otras veces son los mismos expedicionarios los que, de común acuerdo, compran el viejo velero para la arriesgada aventura hacia la libertad.
Casi siempre estos veleros son despachados legalmente para las faenas pesqueras, luego de la partida cambian drásticamente de rumbo.
En no pocas ocasiones las autoridades están al corriente de lo que acontece, el silencio y la connivencia han sido comprados con antelación.
Unos cuantos veleros son norteuropeos en viaje de placer y son captados por los desdichados a cambio del pago correspondiente accediendo a cambiar la derrota.
Pocas veces viajan camuflados individuos de distinta índole y condición que al llegar a tierra son detenidos puesto que las autoridades del país receptor conoce perfectamente “quién es quién”
De ordinario estos viajes están mal pertrechados y los víveres y el agua son racionados a los pocos días de la partida.
La ruta más común para la vela es la de Sur, hacia Dakar, capital de Senegal, colonia francesa, de allí empujados por los vientos la ruta será sur suroeste. Estos infelices, en muchos casos no conocen el mar de altura, no llevan mapa, sextante o brújula u otros instrumentos de navegación.
Al tocar tierra, en ocasiones lo hacen en lugares desconocidos, son las islas de Trinidad, Barbados, Tobago, Margarita. Otras muchas tocan las costas de Brasil o las de Guayana.
Casi todas las embarcaciones recalan finalmente en La Guaira, principal puerto venezolano, los viejos veleros terminaran sus días en Puerto Cabello, enclave militar venezolano.
Los viajeros en su mayoría son recluidos en distintos puntos con desigual suerte, islas de la boca del Orinoco, La Orchilla, etc., son frecuentes lugares de cuarentena. Al cabo de un periodo corto son acogidos por el país receptor, como agricultores la gran mayoría, un ardid para establecerse en el país de forma legal y permanente. Generalmente son bien recibidos y bien tratados
Al fin la libertad.
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