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sábado, 24 de mayo de 2008

LA VIRGEN DE CANDELARIA (Thaxiraxi)



Entre nuestros antecesores aborígenes, los guanches, de los cuales somos descendientes, existían unas rígidas reglas de comportamiento social. Cada cual desempeñaba un papel designado por la jerarquía a la cual pertenecía.
La sociedad guanche no era perfecta, ninguna sociedad lo es, sin embargo dista mucho de ser una sociedad justa la que vivimos en la actualidad, la forma de vivir, la convivencia, etc., podemos envidiar perfectamente la conformación social de entonces de la que hoy hemos perdido todo carácter, ética y disciplina.
La sociedad guanche era eminentemente pastoril. Los guanches en su recorrido trashumante visitaban tanto la costa de las islas como las escarpadas laderas de los montes y valles.
Dentro de la sociedad guanche la mujer tenía un papel preponderante, un sitio de honor, tanto la matriarca como las jóvenes y niñas eran obsequiadas del mayor de los respetos.
De tal modo, cuando un pastor en su recorrido diario se encontraba con una mujer, éste no le hablaba y esperaba que ella lo hiciera primero, tal era el respeto que la mujer guanche merecía dentro de la sociedad aborigen. Es preciso señalar esto para darnos perfecta cuenta de la tradición que cuenta la aparición de la virgen de Candelaria y la tergiversación y aprovechamiento que la iglesia católica hace del señalado acontecimiento.
Si tenemos en cuenta lo anterior, nos haremos una idea del encuentro que los pastores guanches tuvieron con la virgen de Candelaria.
Los pastores iban pastoreando, valga la redundancia, cuando de pronto encontraron una “señora”, vestida de forma diferente a lo que estaban acostumbrados e inmóvil. Según su costumbre, los pastores se detuvieron y esperaron a que la “señora” pasara, les hablara o hiciera algún movimiento. Después de un tiempo prudencial los pastores le tiraron unas piedrecitas, no piedras con la idea de dañarla, como dice la iglesia, ni hacerle cortes con una tabona. Después de todo lo cual entendieron que no se trataba de una persona de carne y hueso y lo comunicaron al Mencey de la comarca de Güimar, lugar del acontecimiento en las playas de Chimisay.
Nuestros aborígenes guanches no eran unos salvajes como intentan pintarlos los historiadores partidistas. Ni siquiera la imagen del “buen salvaje” de la ilustración francesa se adapta a la realidad guanche.
El guanche era inteligente, fuerte, fiel, trabajador, honrado, el único hándicap, lo negativo, era la limitación de los materiales propios de la naturaleza. Conocían la rueda y la navegación, entre otras.
Somos una sociedad madura, adulta, hoy no nos calamos las patrañas y las mentiras, hoy podemos conocer la verdad mas absoluta y podemos perfectamente desmontar las falsas creencias que tanto daño hicieron y hacen a la sociedad canaria actual.