El antropólogo René Verneau nació en Francia en 1852. Estudio en París, recorrió gran parte de Europa y se dedicó a estudiar razas antiguas. En 1876 se le encarga una misión científica en las Islas Canarias. René Verneau estuvo en el Archipiélago durante cinco años.
El Dr. Verneau falleció en París en 1938.
Aquí se muestran algunas pinceladas de los comentarios que el Dr. Verneau expresa en sus escritos, no solo sobre las islas en lo geográfico, también sobre la población de la época y sobre las instancias institucionales que conoció.
Comentarios preliminares a los escritos que Verneau ha dejado para la posteridad.
“Las islas del norte secas y sin manantiales han sido abandonadas por sus habitantes.
Islas Afortunadas, demasiado alabadas por unos, demasiado despreciadas por otros y mal conocidas por casi todos.
Las islas son la región del mundo que ha levantado mayores polémicas.
Parece arriesgado afirmar que los Fenicios hayan frecuentado las Islas Canarias.
Los viajes de los Cartagineses son muy probables.
Cuando los romanos extendieron su dominio sobre el África, los navegantes se aventuraron a lo largo de la costa atlántica descubriendo las islas que luego dieron a conocer a Sertorio y Estacio Seboso. En recuerdo de las islas Bienaventuradas de los griegos, dieron a las nuevas islas descubiertas el nombre de Afortunadas.
Plinio con la información de los anteriores, las sitúa en la margen de Mauritania y Juba el joven oyó hablar de ellas y envió una expedición.
Todos estos episodios son prontamente olvidados y no existen mas referencias a las islas que caen en el olvido y la penumbra de los tiempos.
El autentico primer viaje lo realiza Lancelotto Malosello, genovés en el siglo trece. En 1402 arriba a Canarias Jean de Bethencourt y aún encuentra las ruinas que habia dejado el anterior. El rey de Portugal, en 1341, envía una flota mandada por Angiolino del Tegghia.
El papa Clemente VI concede a Luis de la Cerda la potestad de la conquista y propiedad de las islas. En 1360 habrían arribado a Gran Canaria dos navíos mallorquines”.
Sobre la raza guanche, apunta. “Lo que mejor caracteriza a la raza guanche es la forma de la cabeza y los rasgos de la cara. Cráneo largo y frente bella, bien desarrollados, ojos bajos y amplios, pómulos salientes, nariz corta, labios carnosos, rostro poco regular con unas facciones a la que los guanches debían su fisonomía enérgica.
La raza posee músculos vigorosos, ágiles, intrépidos, valor guerrero. Los europeos pudieron constatar éstas cualidades que llegaron al heroísmo en la defensa de la Patria. Las mujeres demostraron en muchos casos un coraje igual al de los hombres. Estos hombres tan valientes eran a la vez dulces y hospitalarios”.
“Con toda seguridad, los guanches valían mas que la mayoría de los aventureros europeos, que iban solamente a estas islas para raptar esclavos y saquear a los desgraciados insulares. Su organización social testimonia unos sentimientos de equidad que los conquistadores hubiesen podido envidiarles”.
“La familia era totalmente patriarcal. Descansaba en todas partes sobre la institución del matrimonio. Este no tenia nunca lugar si no era por la libre elección de los novios y cuando las familias habían dado su consentimiento. Se engordaba a las jóvenes pues la gordura era muy apreciada y el matrimonio era celebrado con fiestas y bailes. Tan pronto nacía un niño, una especie de religiosa llamada harimaguada le lavaba la cabeza.
En general las mujeres eran bien tratadas por sus maridos y merecían por su honestidad las consideraciones que los hombres tenían con ellas”.
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