El relato que transcribo a
continuación podría haber sido escrito en Canarias, en cualquier
época, incluso en la actual. Las situaciones del comercio, la
justicia y equidad son tan similares que pudo haberse escrito en esta
tierra. La situación descrita ha cambiado en otros lares, en
Canarias todo sigue igual, quizás peor.
El escrito en cuestión es
la llamada “Carta de Jamaica”, escrita por Simón Bolívar y
Palacios en su exilio de aquella isla.
Tres siglos hace que
empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el gran
hemisferio de Colón. Barbaridades que la presente edad ha rechazado
como fabulosas (increíbles), porque parecen superiores a la
perversidad humana; y jamás serán creídas por los críticos
modernos.
El destino de América se
ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a España está
cortado; la opinión era toda su fuerza; lo que antes las enlazaba ya
las divide; mas grande es el odio que nos ha inspirado España que el
mar que nos separa de ella, menos difícil es unir los dos
continentes que reconciliar los espíritus de ambos países.
La muerte, el deshonor,
cuanto es nocivo nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa
desnaturalizada madrastra.
El pueblo su independencia
por fin la logra.
Llegó el tiempo en fin,
de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa
raza de exterminadores en su sangre o en el mar.
La Europa civilizada,
comerciante y amante de la libertad, permite que una vieja serpiente,
por solo satisfacer su saña envenenada, devore la mas bella parte de
nuestro globo.
No somos indios ni
europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios
del país y los usurpadores españoles.
Los estados son esclavos
por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella. Un
pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus
vicios, huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito.
Los privilegios exclusivos
del comercio hasta los de primera necesidad, las trabas para que no
se negocie. Campos yermos, las entrañas de la tierra para excavar el
oro que no puede saciar a esa nación avarienta.
Estamos dominados de los
vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la
española, que solo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y
codicia.
Yo diré lo que puede
ponernos en aptitud de expulsar a los españoles y de fundar un
gobierno libre; es la unión; la unión no vendrá por prodigio
divino sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos.
Cuando los sucesos no
están asegurados, cuando el estado es débil, y cuando las empresas
son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las
pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este
fácil medio.
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